martes, 4 de octubre de 2011

Demagogia y ciudadanía

¿Vamos a sacar conclusiones beneficiosas de la crisis que atravesamos? Si así fuera, en alguna medida habría valido la pena el sufrimiento; hubiéramos, no solo gastado, sino también invertido para el futuro. Pero si no, si fuera completamente inútil haber vivido la crisis (lo que resulta una probabilidad muy real) sería penoso. Sabemos que el hombre es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Por tanto, lo lógico es que esta crisis no evite, una vez transitada, la siguiente; otro tropiezo con la misma piedra. Sin embargo, aunque no podamos evitar el nuevo tropiezo, que parece pudiera ser connatural a la condición humana, podríamos darnos por satisfechos si de la observación de los comportamientos ante la crisis aprendiéramos a valorar mejor a la gente y a los grupos que pueblan nuestra sociedad. Si nos ayudara a darnos mejor cuenta de que van en realidad algunos de los interlocutores sociales, políticos y sindicalistas, por ejemplo; sin perjuicio de otros colectivos; que actúan a menudo –hay que decirlo sin ambages- de forma irracional, demagógica y peligrosísima.

”para obrar racionalmente es necesario prever las consecuencias de la acción. Y es precisamente de esto de lo que se aprovecha el demagogo.”

“La acción racional se distingue de la irracional porque la primera comporta sacrificios momentáneos, pero que son aparentes porque serán compensados por las consecuencias positivas que se derivarán. […] Pero para obrar de este modo es necesario prever las consecuencias de la acción. Y es precisamente de esto de lo que se aprovecha el demagogo.”(LUDWIG VON MISES). A quienes exponen la realidad cruda tal cual es, que para mayor INRI, en nuestro caso, es el fruto de la actuación concreta (del paso por el poder) de esos demagogos que vociferan y sus adláteres, porque piden hacer un sacrificio momentáneo para solucionar el grave problema y para que en un próximo futuro se restablezca la normalidad y para que las generaciones futuras no tengan que prescindir de lo que la nuestra ha gozado, les montan manifestaciones y acusan de todo lo imaginable. No comprendiendo (o no queriendo comprender, que no sé que es peor) que, en las condiciones en que nos encontramos, un consumo mayor en el presente se corresponde con un empeoramiento para el futuro. O lo que dicho en términos de refranero popular, el pan de hoy no había sido nunca tanta hambre para mañana.

Ante la situación que vivimos, hacer una oposición demagógica y promover la reclamación de lo que se ha tenido hasta el presente sin rebaja ni limitación alguna, como si aquí no pasara nada, es deshonesto y merecedor del mayor de los desprecios. Además de constituir un peligro real de ahondar en la crisis y sus consecuencias.

Y, por último, respondiendo más concretamente la pregunta con que se inician estas líneas, decir que si el tránsito por esta crisis es racional y además nos enseña a identificar a los demagogos y demás peligros, a ponerlos al descubierto y evitarles, habremos ganado mucho. Nos habremos administrado bien. Pues habremos conseguido acumular algo que se puede capitalizar incluso cuando hay poco que repartir de lo material, como es la capacidad de discernir entre la verdad y la mentira. Nos habremos doctorado en ciudadanía. Tenemos una buena ocasión. Se trata de no perderla.