sábado, 26 de abril de 2008

JAMES JOYCE O ESCAPARSE DE LAS REDES[1]


Para buscar la felicidad no es necesario arraigarse en una cultura concreta, bien definida, cerrada y menos por estimar que es propia por naturaleza; a la que pertenece porque ya fue antes de sus padres y de sus abuelos y, seguramente, de los padres y los abuelos de estos, o porque, de algún otro modo se está atado a ella como destino inexorable; quizá por una lengua, por una religión u otras creencias. No lo creo pero, ciertamente, hay quienes sí lo creen, siguiendo la idea que fue propia de la ciudad clásica, sin la que era imposible ser algo, ni siquiera verdaderamente hombre. Al hombre sin ciudad, solo, se le llamaba idiota… Era entonces preferible la muerte al destierro. Mas, los tiempos han cambiado y las sociedades se han abierto. Afortunadamente. Los humanes solos ya no son idiotas y están en grandes ciudades para humanes solos. Aquella soledad ya no existe. Ahora las soledades están bien acompañadas en las ciudades abiertas. No es necesario ya hacer caso a la llamada de ninguna de las entidades profundas que han apresado a la gente para sobrevivir y ser feliz, en lo que cabe serlo. Porque los humanes, aunque a veces no se tiene conciencia de ello, podemos ser lo que queramos ser, o por lo menos intentarlo, que no es necesariamente lo que la tribu (o cualquier otra entidad que se atribuye ese poder) nos reclama que seamos, con invocaciones a la historia y a las raíces. Sin percatarnos de que no tenemos raíces como los árboles y que la historia cuenta lo que ha ocurrido, no determina lo que ha de ocurrir. La libertada es la que podrá desarraigarnos de los atavismos. La libertad individual no admite las ataduras de pertenencia na(tural)cional, cultural o lingüística por necesidad u obligación metafísica. Solo las permite por libre decisión, voluntaria. La pertenencia a una nación democrática moderna, un estado de derecho, comporta un grado de sujeción que no es comparable sin ofender a la inteligencia con la sujeción nacionalista.

Los nacionalistas afirman que todos somos nacionalistas. Error, o mejor, falacia tan grave como decir que todas las sustancias de una farmacia pueden matar, lo que es obvio pero falso; pues lo que hace las sustancias venenosas, mortales, es la dosis. Puede llegar a haber multitud de redes invisibles y cadenas que pueden atrapar, lo mismo que falacias confundir. La huida, la escapada, el desembarazarse de esas redes no es tarea fácil. La vida y la obra de James Joyce, monstruo incomprendido tantas veces de la literatura universal, es un ejemplo, un símbolo de esa lucha, de la huida de la caverna, de la afirmación de libertad frente a las ataduras ambientales. Huye incluso del lenguaje convencional para inventarse otro a su medida. Es un símbolo que representa la escapada de las redes y de las falacias. Joyce era un irlandés que escribía en inglés (craso pecado), lo que le acarreó vivir acosado por los nacionalistas irlandeses de su época que le acusaban de falta de entusiasmo por la causa nacional irlandesa. Causa que, por razón de nacimiento y lengua materna, aquellos habían decidido que debía abrazar. Sin embargo aquella propuesta, tan corta de miras, no le resultaba nada atractiva. No solo la rechazó sino que con su obra cosmopolita y universal contribuyó a luchar intelectualmente contra ella. Era lo contrario a lo que hubiera sido de esperar de un buen irlandés según la tribu que le acosaba. “Cuando el alma de un hombre nace en ese país, se encuentra con unas redes arrojadas para retenerle, para impedirle la huida. Me estás hablando de nacionalidad, de lengua, de religión. Estas son las redes de las que yo he de procurar escaparme.” Lo escribió Joyce, pero muchos otros lo han firmado y lo seguimos firmando.


[1] ULTIMA HORA. 5 Enero 2005

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