Montesquieu ha muerto
¡Viva Montesquieu!
Charles Louis de Scondat, barón de la Bréde y de Montesquieu , no sé si ha muerto realmente o si todavía vive pero con pésima salud. A mediados del siglo XVIII teorizó; abundando en la tesis de Locke; sobre la separación de poderes; sentando que para garantizar la libertad política del ciudadano, que no es inherente a ningún tipo de gobierno, es necesario poner límites al despotismo de quienes gobiernan. Para ello perfiló los ya clásicos tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial; con cuya división y separación el príncipe, a través del primero (legislativo) promulga las leyes y corrige o deroga las que ya están hechas; por el segundo (ejecutivo) hace la guerra y la paz, envía y recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero (judicial) castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares entre sí o de estos con el Estado. Teoría que ha llegado hasta nuestros días como uno de los principios fundamentales del Estado de derecho. De tal modo que no puede hablarse de Estado de derecho; en serio; sin que esos tres poderes estén verdaderamente separados, no estén en una misma mano. Lo contrario, la concentración de poderes, todo en un puño es propio de la dictadura. Mas esa acumulación de poder se consigue con disimulo, aparentando en todo momento lo contrario. Nunca se deja de hablar de separación de poderes, incluso se puede llegara a acusar de “antipatriotismo” a la oposición si osa denunciar la situación … Pero lo cierto es que si el gobierno puede, de hecho, influir más de lo que debiera en los otros poderes, especialmente en el judicial, la democracia como imperio de la ley enferma gravemente.
Con la concentración de poder se impiden los importantes beneficios para la democracia que tiene su separación; entre los que cabe destacar la capacidad de recuperación del sistema; la superación de la corrupción. Pues ante la corrupción de uno o incluso dos de los poderes del Estado el o los que quedan salvos puede recuperar los demás si son verdaderamente independientes, si no son de hecho lo mismo. Si se corrompieran el legislativo y el judicial el ejecutivo puede disolver las cámaras y convocar elecciones para que salga un nuevo parlamento que pueda hacer leyes sobre los jueces. Si fueran el ejecutivo y el legislativo los que se corrompieran, los jueces pueden salvar la situación aplicando la justicia en contra de los corruptos; si fuera el judicial y el ejecutivo, el legislativo podría legislar y nombrar otro ejecutivo, Con la separación de poderes se evita que se pueda perder todo a la vez.
Nuestra Constitución establece (podría decirse que obviamente) la separación de poderes, como hacen todas las constituciones democráticas. Mas los intentos de controlarlo todo han sido una tentación disimulada que pone en entredicho el sistema, especialmente cuando es el poder judicial el que se intenta controlar; porque el legislativo y el ejecutivo, aunque separados formalmente, su conexión es obvia, pues gobierna la mayoría parlamentaria, aunque también es cierto que puede llegarse, aunque más teórica que prácticamente a la moción de censura. Donde la separación de poderes adquiere una necesidad imperiosa, fuerte, es con poder judicial. Sin poder judicial independiente la democracia real es imposible. La formal o aparente puede ir tirando, disimulando más o menos. Pero llega a la quiebra. En nuestra democracia siempre sale un CGPJ que, más o menos, satisface al gobierno de turno. Es impensable un gobierno del poder judicial que disguste al ejecutivo…
Alfonso Guerra, durante la primera legislatura socialista, ya anunció, desde el cinismo ocurrente que le caracterizó, la muerte de Montesquieu. Así, tal cual. Pero no para decir “Montesquieu” ha muerto ¡Viva Montesquieu!, sino alardeando, atribuyéndose la victoria… De haber acabado con Montesquieu y lo que significa. Aunque más bien era una fanfarronada. Mas vale, sin duda, que Montesquieu solo esté enfermo, pero que tenga cura, porque si fuera verdad que ha muerto, poco podríamos esperar de la justicia, y todavía esperamos. Necesitamos esperar.
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