Begin at the begining.
Parece que hemos tocado fondo y, sin embargo, estamos empeñados en seguir excavando… No sé que más tiene que pasar en nuestra sociedad para que nos decidamos a volver a empezar. Reconstruir lo que hemos construido mal, rehacer muchas cosas. Corregir, en definitiva los errores evidentes que contumazmente vamos arrastrando. Hemos conseguido (en democracia hay que decirlo así), con la inestimable colaboración de los políticos que hemos elegido, (nuestra responsabilidad es “in eligendo”) estar al borde de un ataque de nervios colectivo.
Con el tiempo, los desarrollos estatutarios han consiguió la discordia territorial; romper la igualdad de las comunidades autónomas al dar más a unas que a otras sin justificación razonable. (Los argumentos históricos no lo son). Por eso se han enfrentado unas regiones con otras, por un puñado de euros. Los que se reparten en función de los votos que pueden conseguirse para aprobar los presupuestos y, con ello, sobrevivir políticamente un año más... Y el año que viene ya veremos como lo resolvemos... El exponente máximo de la discordia territorial es el Estatuto de Cataluña, que; para más INRI; el Tribunal Constitucional no se atreve con él. Algunos dirán que eso no es cierto; precisamente, parte de la discordia consiste en negarla cuando se afirma.
Cuando se tuvo adecuadamente complicado el asunto territorial y agitado por la discriminación lingüística que viene produciéndose desde hace dos generaciones en las comunidades que debíamos haber sido pacíficamente bilingües, se pasó a enfrentar la sociedad, con el fantasma de la guerra civil. Nuevamente los buenos y los malos. Los ángeles y los demonios. Se derogaron sociológicamente las amnistías de la transición. Posibilitando, eso sí, que la gente se resituara en los bandos contendientes según su conveniencia actual. Así hijos o nietos de fascistas de tomo y lomo, en la reedición virtual de la guerra civil, para poder desarrollar la “memoria histórica” pueden situarse en el bando republicano o rojo y viceversa; aunque esta segunda alternativa no suele prodigarse como la primera. Pues no mola… Uno puede colocarse contra sus abuelos muy fácilmente, aunque; por supuesto; sin necesidad de devolver la herencia que les llegó de su familia por el colaboracionismo que ahora contestan… Es un replanteamiento ciertamente cómodo. De boquilla, claro. Para esa transformación solo hacen falta afirmarla.
Y por si no teníamos bastante con esos problemas, estalló la burbuja y apareció la crisis negada por ZP al principio de legislatura y que a mediados de la misma; donde nos encontramos; ya ha llegado a generar en España tantos parados como habitantes tiene toda la zona de influencia de la ciudad de Barcelona. Un espectáculo dantesco. Pensar a donde se puede llegar da escalofríos.
Borrón y cuenta nueva; volver a empezar, en definitiva; sería la solución. Pero lo fatal es pensar que eso no parece vaya a ser posible. Pues nuestros representantes - eso es lo que son los políticos, aunque no lo parezca- quienes tanto han conseguido; para sí; de esta situación deberían perder una parte… Y no creo estén dispuestos a perder nada. Al contrario seguirán teniendo tomada la democracia como su castillo, bloqueando los cambios que les perjudiquen personalmente, impidiendo que pasen quienes no se les parezcan. Cambiando solo lo necesario para que todo (lo que les funciona tan bien a ellos) siga igual. Los ciudadanos, los titulares de la soberanía que nos tienen secuestrada, sin duda lo tenemos mal.
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