martes, 6 de julio de 2010






Horas sin mangas verdes…



La madrugada del 3 de julio Esporles estuvo tomada por un botellón salvaje. Ni el más mínimo control de la situación, ni seguridad, ni policía, ni ambulancia, ni… Estado. La autoridad y el derecho desaparecieron mientras la noche avanzaba. Esporles era la selva. Una fiesta salvaje que se decía auspiciada, tolerado o inducida por el propio alcalde del PSM; que propuso celebrar la fiesta de los “quintos”. Sí, “los quintos“ sin servicio militar…. Que ya son ganas…. Lo cierto fue que una multitud procedente de todas las partes de la isla, consumiendo ingentes cantidades de alcohol formó un gran escándalo por todo el pueblo hasta la salida del sol; ante la “willful blindness” (ceguera intencionada o no querer ver) de las autoridades. De quienes están obligados a proteger la paz ciudadana e impedir los desmanes.
Ante esta situación, la inactividad municipal se convirtió en una suerte de permisividad culpable de las conductas incívicas producidas, y una responsabilidad por omisión de los daños producidos a la ciudadanía; morales , psíquicos y materiales. Conductas, que además de los daños directos, someten a la ciudadanía a riesgos eventuales derivados de las barrabasadas que ocurren y les hacen soportar una intolerable intromisión en su intimidad domiciliaria, por la inmisión de ruidos en los hogares. Ante una emergencia nada se hubiera podido hacer eficientemente. Menos mal que la suerte nos acompañó.
El escándalo nocturno fue “in crescendo” en la medida que avanzaba la noche y el personal iba más borracho… Llegó un punto en que se lanzaron botellas, se golpearon vehículos etc. Se podía contemplar el espectáculo que daban muchachos y muchachas que perdido el norte, aunque no sus instintos primitivos, por la progresiva ingesta de alcohol. Merodeaban por las calles golpeando las puertas de las casas con las botellas que contuvieron el alcohol que se bebieron, orinando por todas partes y en todas direcciones y estallando algunas botellas contra las paredes de las casas, etc.
El alcalde, se ha dicho, sufrió una agresión por parte de un vecino desesperado, que a buen seguro enloqueció. El ambiente era de locos. Su defensa argumentará, seguro, que no pudo ser atentado, porque aquella noche el alcalde había abdicado de su autoridad. Pues no se le agredió por ser alcalde, sino por no serlo. Lamentable, obviamente, pero la justicia exige matizar.
Debemos decir basta ya. Debemos exigir responsabilidades por la omisión del deber de evitar y perseguir los altercados nocturnos y por autorizar, de facto, permitir por omisión, actividades que no podrían ser autorizadas y que son molestas, nocivas y peligrosas. Debemos exigir responsabilidad por supuesta prevaricación por omisión a los que no hicieron nada debiendo haber hecho algo, empezando por enterarse de lo que ocurría. Dejarlo pasar, olvidarlo es garantía de que se repita. Debiendo esperar que cada repetición sea peor. No siempre tendremos tanta suerte de que no pase algo realmente grave.

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