sábado, 26 de julio de 2008

Ultima Hora (Tres en raya) pregunta:

¿Debe modificarse la ley del aborto para incluir un cuarto supuesto (el embarazo no deseado) o ir a una ley de plazos, en la que la mujer no tenga que justificar su decisión?.

En mi renglón respondo:
( y con solo 80 palabras)

Justificar es la cuestión

Sin justificación, el aborto, es un acto moralmente repugnante. La ley actualmente despenaliza lo razonable, lo que se puede justificar. El cuarto supuesto “una ley de plazos” es para no tener que justificar el acto. Lo que quiere decir, ni más ni menos, que no deba ser necesariamente una decisión justa. Pues justificar no es sino eso: explicar, (convencer de) la justicia de un acto. Con el solo planteamiento, de la falta de justificación, la cuestión ya entra en crisis.

domingo, 20 de julio de 2008

La facultad de vivir

Decidir si se está o no dispuesto a ser devastado, a padecer la decrepitud, o a vivir en determinadas condiciones de precariedad, debería ser no solo tolerado a escondidas, pasivamente, sino respetado y comprendido activamente. Como afirma Albert Camus en las primeras líneas de "El mito de Sisifo": "Juzgar si la vida vale o no vale le pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, viene a continuación."

Juzgar el valor de la vida puede hacerse desde la libertad y en la conciencia (materialista) de que después no hay nada. Que venimos de la nada a la que regresamos, después del paso por la vida. O desde una concepción religiosa que parte de la premisa de que no somos libres, o por lo menos, no lo somos completamente, pues no podemos tomar decisiones respetables (y menos respetadas) sobre nuestra propia existencia. Si al derecho a la vida, por las razones que sea, se le contempla (únicamente) como una obligación de vivir, no como la facultad de hacerlo, no se le está considerado como un auténtico derecho subjetivo.

Por más que nuestra Constitución proclame en su artículo primero la libertad, como valor superior del Ordenamiento jurídico, su efectividad suele tener lugar, únicamente en el aspecto negativo, de no impedir las conductas consideradas libres; pero en menos ocasiones, en su aspecto positivo, de facilitarla o eliminar los escollos que la impiden o dificultan, de hecho. En la eutanasia, como es sabido, no se permite la colaboración activa (que es, por el contrario, delito) cuando sin colaboración, en ciertas circunstancias, hablar de libertad es pura ficción, e incluso sarcasmo; como el caso del tetrapléjico que ha decidido morir porque no quiere ser una cabeza pensante en un cuerpo muerto y, por su minusvalía, no puede hacerlo solo.

Lo que debe importar a un Estado aconfesional, no es que sus ciudadanos alcancen los fines (la salvación) de una creencia religiosa, sino ser felices, en la tierra. Decidiendo, obviamente, que es lo que les hace felices: en que consiste la felicidad. El Estado es de este mundo. El Estado, con su legislación ha de crear un ámbito de convivencia, salvaguardado por el Ordenamiento jurídico, que permita que los ciudadanos sean libres de creer o no creer y de practicar sus creencias, mientras su libertad no sea servidumbre para los demás.

Se afirma con énfasis la libertad individual, incluso en los textos constitucionales, pero al fin y a la postre, cuando surge la necesidad de resolver ciertos problemas concretos, se comprueba que la norma no es, en realidad, la que aparentaba su literalidad... Pues tras los vericuetos de su aplicación, no es extraño comprobar como prevalecen valores de la moral tradicional y religiosos, subyacentes en la conciencia de los operadores jurídicos, que funcionan, de hecho, como sus fines implícitos, en contra -incluso- de los que parece perseguir por su literalidad.

Pero la libertad es de cada uno. Es un coto privado sagrado. Donde no puede entrarse a saco. Por eso, en esos momentos de alarde de falta de principios y escrúpulos, cuando se habla de derechos humanos para los grandes simios mientras puede ser más castigado cargarse un huevo de una especie protegida que un feto humano, no creo sea el momento de hablar de regular cuestiones tan delicadas como la eutanasia. Deseo legisladores sabios para afrontar problemas delicados, no personajes como los que hoy gobiernan, capaces de entrar a saco en cualquier derecho ajeno.

Pero pensar eso, y no digamos ya decirlo, hoy en día, es de derechas (o sea, muy malo), como todo lo que no sea aplaudir las ocurrencias de Zapatero, como acaba de sentenciar Joaquín Leguina (Hoy lo publica la prensa).

Constitución española de 1978.
(Artículo 3)

1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.

3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.

  • "Las cosas hermosas no estorpean nada".
  • Gustave Flaubert (Madame Bovary)

Bañándose en las aguas del eufemismo.

El franquismo llamó a los patronos empleadores y a los obreros productores. Fue la contribución del sindicalismo vertical a la eliminación de la lucha de clases... A los porteros les llamó empleados de fincas urbanas y a las criadas empleadas de hogar. La política del eufemismo suavizaba el régimen que se autocalificaba de democracia orgánica. Maquillando el lenguaje las cosas no parecen lo mismo y si es así, no son lo mismo para quienes no traspasan el umbral de las apariencias. Por eso para Zapatero, que es un gran maquillador y domina el eufemismo, no hay crisis; hay desaceleración. Crisis suena a rotura de cristales (y él no ha roto ninguno nunca, ni plato) y desacelerar es plausible yendo en moto… Baja la siniestralidad.
"El lenguaje político - escribió Orwell en 1984- está pensado para hacer que las mentiras suenen a verdades y el asesinato parezca respetable, y para dar una apariencia de solidez a lo que no la tiene". La solución está en que cuando algo inquietante no se puede cambiar, cambiándole el nombre se puede alcanzar la sensación de quietud. Así los problemas parecen menores y las dificultades vencidas. El cambio en el lenguaje opera milagros. Con ello "se quiere crear, como dice Hughes, una especie de Lourdes lingüístico, donde las la maldad y la desgracia desaparecerán con el baño en las aguas del eufemismo".

martes, 15 de julio de 2008

Reírse de uno mismo

Una de las cosas más divertida posibles es reírse de uno mismo. Poner en clave de humor la seriedad ensayada años enteros, la seriedad de cada momento, de cada día, que no es sino la representación eterna de la obra de la vida ordenada, de la vida regulada para el éxito profesional y social. La vida que toca vivir. Del aprendizaje aprovechado… Es divertido, ciertamente, reírse de lo que vivimos y, tal vez, de lo que morimos cada día y cómo hacemos ambas cosas… Porque, si nos fijamos, terminamos, si es que acaso ya no empezamos, llenos de lo que nos ha ocupado la vida; la existencia aprovechada, en sociedad e íntimamente; de todos modos. Aunque siempre a solas. A veces incluso, a solas de forma patética; o sea, acompañados de multitudes amorfas, incapaces de entender la compañía, incapaces de entender que estar con uno debe ser, si se quiere que sea algo, sentirle… Reír, definitivamente, tal vez sufrir amargamente cuando uno se encuentre en el caso de tener que reírse, porque está en el guión, pero que el dolor es, sin embargo, verdadero. La enfermedad que acecha y corroe todo lo que tenemos para poder ser abatidos o corroídos, la corporeidad consistente, que está expuesta a la intemperie de los cuadros impresionistas o abstractos. Porque cuando la mala suerte, el destino negro, nos condiciona el hacer y el deshacer cotidianos, mejor es desaparecer, no querer probar la bazofia a la que llaman comida en esas circunstancias ni beber del líquido (que con olor, color y sabor) sin embargo insisten en llamar agua. Lo que aprehendemos y de lo que nos libramos, aunque sea solo aparentemente. Lo que a veces constituye el espectáculo para violar la intimidad, en relativo silencio, y en o con las circunstancias a las que se refería Ortega para explicar el ser de uno mismo, que no es sino la vida misma que uno vive …El ser yo, o tu o él, y las circunstancias en que nos producimos como somos, y donde, sencillamente, somos porque estamos, sin necesidad de reafirmaciones psicológicas que están aparcadas en los angares de los aeroplanos de cada uno de nuestros viajes exóticos. Reírse de uno mismo, de la madre que le parió a uno, del padre que le engendró, y (quienes creen en ello) del Espíritu santo que le sobrevoló la mente para iluminarle o destrozarle en una mazmorra sin luz, es la forma más desvergonzada y por consiguiente mejor, de reírse de todo eso y mucho más…

miércoles, 9 de julio de 2008


  • Si a Maria San Gil han sido capaces de hacerle lo que le han hecho, ¡que no serían capaces de hacernos a cualquiera de nosotros!
  • (Compromisario anónimo en los pasillos del XII Congreso Regional del PP de Baleares)
  • El verdadero deber consiste en sentir lo que es grande, amar lo que es hermoso, no en aceptar las convenciones de la sociedad con las ignominias que esta impone.
  • (Gustave Flaubert. Madam Bovary, pag. 144)





  • El factor familiar, a la hora de la verdad, resulta clave, como en todos los mundos corruptos.
  • Reflexión apócrifa de un vicerector de estudiantes.
    (Citada por PabloMolina en
    "Cómo convertirse en un icono progre")
  • El arte de hacer lo contrario de lo que se predica.

Una sediciente cuestión científica.

Un argumento pretendidamente fuerte de los usados para zanjar la cuestión de si nuestra lengua debe llamarse catalán, balear, (mallorquín, menorquín, ibicenco, formenterés,… U otras hierbas) es el de la cientificidad de la cuestión. “Es una cuestión científica”, algunos afirman con solemnidad, pretendiendo con ello zanjar toda conversación que se vea, o simplemente se intuya, puede llegar al anatema, a la heterodoxia. Porque, solo pueden decir-dicen- cosas como esas los ignorantes, que equivalen a los pecadores… Y, quien se atreva a discrepar o siquiera a plantear la mínima cuestión que llevara (o siquiera pudiera llevar) consigo la posibilidad de discutirlo, a dar siquiera la posibilidad de que se produjera una conclusión heterodoxa, será irremisiblemente lanzado al fuego del infierno. Donde deberá permanecer por los siglos de los siglos. Eso es, mientras quede sobre la faz de la tierra un vengador del imperio cuatribarrado, capaz de hacérselas pasar canutas a todo díscolo … Porque la sentencia ya se sabe, ya hace tiempo está dictada. No cabe ya ni oposición ni contestación y no digamos reconvención. Quien diga según que cosas en oposición a la “ciencia” oficial será ninguneado, insultado y escarnecido (se le llamará “facha”, “radical” “de extrema derecha” “reaccionario” “gonella” “fascista” “franquista”o cualquier otro palabro ofensivo… ) por los agentes semi-secretos de la secta ortodoxa, de los cuatribarrados; en ocasiones estelados a la cubana; pero en oro y gualda. .

Pues bien, lo que hay que negar categóricamente es el argumento principal; la premisa mayor, de tal modo que aparezca el sofisma desnudo. Es sencillo: No estamos ante un asunto científico. No. Ahí está la trampa. ¿Cómo se puede demostr empíricamente-que es la forma científica de demostrar- que la lengua hablada en las Baleares debe llamarse catalán en vez de otra cosa? Con solo formular la cuestión ya se evidencia el disparate. Los “teolinguístas” son grandes tramposos de la argumentación, o sea sofistas; aunque no necesariamente sabios como eran los clásicos sofistas. Lo científico ha de poderse demostrar experimentalmente, discutir y falsear. Es más, todo lo científico llega a superarse. Lo científico no se demuestra con la mera palabra (ni siquiera de honor) de los “científicos”. Además la actitud de no permitir hablar de una cuestión, que por más INRI llaman científica, porque está superada es exactamente lo contrario a lo que ocurriría si se tratara de una verdadera cuestión científica. La ciencia está en permanente revisión. No está enquistada como el cerebro de algunos de esos prohombres que quieren usar del prestigio de la ciencia para, colarnos sus preferencias o pasiones, construidas en su mente y quieren presentarnos como si fueran materiales salidos de la naturaleza, susceptibles de ser analizados en un labortorio, o formulas teóricas que pudieran verse realizadas prácticamente.

Esos supuestos científicos de esas materias no científicas son más bien unos fanáticos que hacen uso del método escolástico, consistente en aprenderse el manual del buen creyente o a lo sumo cultivarse en lo preciso para apabullar, envolver o aprisionar dialécticamente al interlocutor, para convencerle de una supuesta verdad que ellos establecen, que les ha sido revelada como privilegiados de la divinidad. O, más sencillo, se han inventado. ¡Qué más da! Porque lo cierto, de lo que no hay duda, es que esos personajes no buscan la verdad como el científico, la tienen establecida de antemano y lo que hacen es, simplemente, tratar de vender su producto. Del que suelen vivir o, por lo menos, sacarse un buen sobresueldo.